Tu muerte fue una bendición para mí: no habría vuelto a escribir si tú hubieras seguido vivo. No paro de pensar que tu muerte es un siniestro crimen perfecto con un único beneficiario: yo.
Acabo de lleer Amarillo, de Félix Romeo, con un respigu percorriéndome l’espinazu de la primer páxina a la última. Nun voi falar de les virtúes del llibru. La mio esperiencia llectora nun foi de signu estéticu. Por tantes razones. Una d’elles (nun sé si la más o la menos importante) la sucesión de concomitancies. Les coincidencies. Y les constantes. Yo sé que Félix Romeo sabe que’l suicidiu ye un actu nel que muerren, a lo menos, dos persones. Y agora sé tamién que nin los suaños me pertenecen.
No siempre he pensado que tu muerte fue el crimen perfecto. Realmente, sólo fui consciente de ese crimen hace ocho años. Soñé que habías regresado. “He estado dando una vuelta por ahí”, decías con una sonrisa en la cara. Me sentía fatal, notaba cómo todo se desmoronaba.
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